viernes, 15 de mayo de 2009

Periodismo en tres minutos


Afortunadamente uno todavía es joven, pero aun así cada año que pasa la Universidad va quedando más y más lejana. Quizá sea porque uno en la vida laboral real vive las cosas con mucho más apasionamiento, por lo menos al principio. Así que en los primeros años se amontonan tantos sentimientos vividos con tal intensidad que parecen décadas. Pero no, hace sólo cinco años que dejé la Universidad. No es tanto. Y desde entonces parece que las cosas han cambiado bastante. No soy nostálgico, así que supongo que lo habrán hecho pera mejor en la mayoría de las cosas, pero no en todas.
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Si me dijesen que eligiese 8 o 10 momentos que se me han quedado grabados en la memoria de todo lo visto en aquellas aulas de la Universidad de Navarra hay un puñado que los tengo muy claros. Uno de ellos no recuerdo siquiera en qué asignatura fue ni en qué curso. Sólo recuerdo que se apagaron las luces de aquel frío cajón de hormigón que teníamos por clase (eso sí que no ha cambiado) y en la pantalla apareció Iñaki Gabilondo. Todos le reconocimos inmediatamente. Su voz, tantas veces escuchada por la radio, se nos hizo familiar al instante. Lo que nos sorprendió fue el aspecto que tenía, mucho más joven que la imagen actual que conservábamos de él, al igual que Felipe González. Risas, algún comentario jocoso sobre el estilismo de aquellos años y de pronto la cosa se puso seria. "¿Organizó usted el GAL, señor González?" y la cara del entonces presidente del Gobierno cambió por completo. El vídeo debió durar no más de tres o cuatro minutos que se hicieron muy cortos para los que lo veíamos, pero interminables para un González pálido, incómodo y acribillado por un Gabilondo tenso pero impasible. Aquello, aunque parezca mentira, ocurrió en la televisión pública ante millones de espectadores y en horario de máxima audiencia. Después de varios años intentando aprender algo del oficio, del sentido del periodismo y de las obligaciones del periodista, aquellos tres minutos me bastaron para entenderlo de golpe. Aquello, pensé, sí que era periodismo.
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Digo esto porque ayer estuvo en la Universidad de Navarra Pedro J. Ramírez, persona que no es de mi especial devoción pero a la que sin duda hay que reconocer como una de las grandes figuras periodísticas del último cuarto de siglo en España. Dio una conferencia multitudinaria, acompañado en la distancia por su vistosa señora, y tras ella hubo tiempo para el coloquio. No estuve presente porque tenía que hacer alguna crónica de baloncesto local y una entrevistilla menor de golf (sí, esas cosas que ocupan el 99% del tiempo del 99% de los periodistas y que jamás serán objeto de una charla en ninguna universidad), así que me tengo que guiar por lo que han escrito mis colegas sobre lo que allí pasó. Al parecer un alumno le preguntó al director de El Mundo su opinión sobre Iñaki Gabilondo y sobre si el presentador de informativos de Cuatro buscaba la verdad. Reconozco que la pregunta me provocó un cierto estupor, pero al ver que el anselmo que la hacía estudiaba medicina me tranquilicé pensando que seguramente aquel chaval lo mejor que sabe hacer es recomponer cuerpos a golpe de bisturí. Lo que me sorprendió es que la pregunta fuese acompañada de aplausos. Deduje entonces que aquel vídeo que alguna vez vi en aquella misma facultad ha desaparecido y probablemente ya no es materia de estudio. Una pena, porque quizá viéndolo aquellos aplausos no se hubiesen producido.
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Quizá también ha desaparecido de los manuales el papel que jugó TVE tras el golpe de Estado del 23-f y cómo un casi niño Gabilondo, jefe de informativos por aquel entonces, tuvo que dar la cara durante un mes en los telediarios nocturnos en un momento especialmente comprometido. Quizá tampoco figure en los manuales cómo Gabilondo se ganó el respeto del público empezando en la Cope y acabando en la dirección de Hoy por hoy, programa que convirtió en el más escuchado de la radio española. Quizá el modelo de periodista que muchos tienen hoy en la cabeza es el de aquellos que salen a vociferar en las tertulias políticas del mediodía, previsibles desde antes de abrir la boca e incapaces de llevar la contraria ni una sola vez al partido de turno con el que simpatizan. Quizá creen que lo saben todo y no se han enterado de nada. Quizá, sólo quizá.